Presentación, Pablo Di Liscia

El libro Tertulia, intervención en el Cementerio de la Recoleta, de Nicolás Varchausky y Eduardo Molinari, es el primer título de la serie Arte sonoro, que dirige el mismo Varchausky e integra la colección Música y ciencia.
Seguramente en este mismo instante hay artistas e investigadores que están descubriendo nuevos sesgos del arte sonoro. Esta serie pretende inaugurar una manera peculiar de interrogarlos a través de la realimentación entre lo investigado y lo producido y de la propuesta de un formato de edición original.

Tertulia presenta una memoria detallada de la concepción y realización de la obra homónima (Varchausky y Molinari, 2005), como así también las reflexiones de sus creadores y de los miembros de su equipo de producción. La característica transdisciplinaria de la obra Tertulia no impide que se involucre al arte sonoro desde su misma raíz, sino más bien lo contrario, porque su concepción sería impensable sin este.
Sin embargo, definir con precisión el alcance de la expresión “arte sonoro” es difícil, ya que sus cultores no adscriben a un solo género artístico consolidado y porque estos géneros han producido ya múltiples hibridaciones. Tal vez una aproximación a sus rasgos fundamentales pueda arrojar alguna luz sobre su naturaleza y, a la vez, mostrar cómo estos se manifiestan en la obra Tertulia.

En primer lugar, el material del arte sonoro, que ya no es el sonido encapsulado en las estructuras jerárquicas de la música, sino que se extiende a todas sus manifestaciones, hasta aquellas en las que traspasa sus propios límites (tal como el ultra y el infrasonido). El material fundamental de Tertulia está constituido por voces de personajes históricos extraídas de diferentes archivos documentales, pero también por muchos sonidos tales como los de animales, armas, gritos, objetos. La división que plantea Pierre Schaeffer entre escucha reducida y escucha causal resulta así interrogada a través de un parpadeo constante que solo es posible cuando el sonido tiene, además de sus rasgos físicos y su fuente de origen, un espesor sociocultural.

En segundo lugar, los medios del arte sonoro. Y en este aspecto es en donde se manifiesta con claridad la marca fuerte de la utilización de las tecnologías electrónico-digitales en la generación y proceso de sonido, aunque actualmente también se hayan integrado los objetos mecánicos cotidianos y la tecnología doméstica low-fi. En Tertulia se ponen en juego todos los recursos de realimentación entre manipulación tecnológica y semántica, que son una conquista fundamental de la música electroacústica y de la música por computadoras, desde la transformación de sonidos individuales y de objetos sonoros hasta la construcción de secuencias y su coordinación temporal en múltiples estratos de gran complejidad.

En tercer lugar, los espacios. El arte sonoro se caracteriza también notablemente por el rechazo de los espacios físicos que albergan las manifestaciones musicales tradicionales, como la sala de conciertos y el teatro de ópera y por la exploración sonora de espacios alternativos y de su sentido sociocultural, tal como la que se realiza en Tertulia. ¿Y qué espacios… entonces? Nada menos que los de un cementerio célebre de un barrio de “notables” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Aquí es preciso destacar otra vez la articulación con las tecnologías de sonido, específicamente en el aspecto de la difusión sonora, que requirió de un cuidadoso diseño para controlar las imágenes virtuales de un conjunto de 40 parlantes ubicados en el Cementerio de la Recoleta. Pero también la resignificación sociocultural de lo sonoro, la carga histórica de los espacios, que extiende la acústica de entornos o, acaso, recupera su lugar a la par de ella.

Finalmente, el entrelazamiento e hibridación de géneros artísticos y comunicacionales, que demanda para la investigación del arte sonoro una perspectiva interdisciplinaria. Tertulia propone una exploración sonora-visual de un espacio, intenta extraer tanto sus resonancias como sus reflejos históricos. La proyección de imágenes (otra vez, provenientes de archivos y objeto de manipulaciones tecnológicas) e iluminación en conjunción con el despliegue sonoro tienden hacia una nueva y profunda manera de escuchar-ver que, en estos momentos de tanto esfuerzo por la recuperación de nuestra historia, resulta imprescindible.